Se dice que el negro Roberto Fontanarrosa sigue interrumpiendo discusiones futboleras en los cafés; que al pasar por esa mítica esquina de ventanales todavía se lo ve dibujando; siempre se lo recuerda, aún sigue vivo en todos aquellos que lo disfrutamos en alguna de sus artes. Pedí prestadas unas líneas y espero que las disfruten:
Cuando era un pibe de 10 años, la mayoría me conocía como NITO. Ya saben, MariaNITO. Tonteras de mi tío el hippie. Cursando el sexto grado del colegio primario, aburridísimo como en cualquier domingo de mi adultéz, dibujaba a Inodoro y a Mendieta de memoria en unas hojas amarillas que había heredado de mi abuelo. FontanaNITO, firmaba sin ponerme colorado, cuando lograba redondear un chiste. Hace 23 años. Pero no, quédese tranquilo, esta remembranza no tiene destino y tampoco forma parte de un clip que me encargó el productor para poner al aire hoy, cuando se cumplen dos años de la muerte de Fontanarrosa. No. Sólo me acordé, sólo lo conté. Para eso me hice un blog.
Al único velorio que fuí voluntariamente en toda mi vida fue al del Negro. Ya ni sé por qué. Creo que había perdido la cordura el día que se murió el tipo que yo no paraba de leer enfermizamente hacía 4 años. Mi fantasía de ser escritor había resucitado milagrosamente cuando a mis manos de ya un adulto volvió a caer un ejemplar de “Nada del otro mundo”. Por eso, hace dos años, me morfaba los libros del negro como para empaparme de la mágica y genial simpleza de su pluma, perfecta. Después de leer “Los últimos vermicelli” escribí un cuento que se llamó Una de terror y fue, más tarde, el único cuento que llevaría a un concurso y que, maravillosamente, ganara su publicación en una antología de la UNR Editora.
A la casa velatoria de calle Salta caí como drogado. Sin saber por qué estaba haciendo esa locura de llegar a un lugar lleno de extraños llorando y sabiendo que la única persona que quería cruzarme había muerto hacía seis horas. Recuerdo que no me detuve en la puerta y subí la escalera con los ojos nublados de quien vuelve borracho escapando de las luces del pudor diurno. Con una rara culpa y las manos transpiradas crucé un largo pasillo donde a esa hora no muchas personas se apiñaban y aún susurraban la noticia con el ánimo de quien sólo quiere corroborarla en la mirada del otro, en la misma expresión consternada del deudo, de aquellos que no comprenden con qué destino se han quedado de este lado del mundo.
En la última habitación descansaba, muerto, el mismo tipo que había escrito el libro que llevaba en mi bolso. Recién ahí, cuando vi los ojos cerrados del Negro, me desprendí del ensueño, brúscamente y asustado como si me hubiese despertado debajo del agua. Respiré hondo y crucé una mirada de culpa con algún familiar directo. Me avergonzé tanto, que deshice mis pasos abrazado de un calor inhumano en la cara, y casi corriendo recorrí los pasillos hasta que gané la calle otra vez y un aire helado me hizo temblar el pecho.
Me fui caminando por calle Salta hacia el cruce Alberdi.
Desde la muerte de Fontanarrosa he visto cientos de homenajes, pero fue éste en particular el que más hondo me llegó. Es un dibujo de Tute, un artísta genial cuya profundidad siempre sensata, de lúcida tristeza, se ha convertido en un sello. Haga clic sobre ella y véala grandota.
Dos cosas para el chau: El Blog Homenaje al Negro Fontanarrosa, pase que está lleno de lindos homenajes de otros dibujantes. Y pase, cuando guste, por el genial Blog de Tute, verá trabajos maravillosos.
Fuente: TodoLoQueVeo.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.