Pablo Galetti**
En la Argentina, como en muchos otros países de América latina y el Caribe, tanto en los discursos oficiales como en la literatura económico-social se destaca el papel preponderante de las PYMES en la generación de valor agregado y empleo. Sin embargo esa gravitación no se corresponde, desde los ámbitos gubernamentales, con medidas efectivas de apoyo y desde la acción de los pequeños y medianos empresarios, con la concreción de un polo que contrarreste eficazmente la preponderancia de actores sociales ligados tradicionalmente con los proyectos hegemónicos antipopularesHistóricamente se manifestaron dos grandes líneas contrapuestas en los nucleamientos empresarios cuyo límite ha sido tajante: lo nacional y lo antinacional, aunque en estos tiempos de interpretación globalizante la antinomia suene anticuada. El empresariado nacional, en cuya expresión las PYMES fueron incorporándose con peso propio, pudo afianzarse y avanzar cuando supo encontrar los canales de comunicación con las grandes vertientes sociales afines.
En esta reseña se traza un panorama de la evolución histórica de las entidades empresarias desde las luchas por la independencia hasta principios de la década de los años '80 en el siglo XX.
Históricamente las entidades empresarias se han nucleado integrando campos contrapuestos. Decimos esto valorando los hechos que van más allá de las circunstanciales contingencias electorales y las polarizaciones a que éstas condujeron. La línea divisoria ha sido tajante.
De un lado las entidades que defienden los intereses de las minorías del privilegio, de las oligarquías y del capital extranjero, con la "patria financiera" como eje, como la Sociedad Rural Argentina; la Cámara de Comercio; la Bolsa de Comercio y gran parte de la cúpula de la Unión Industrial Argentina que integraron el llamado Grupo de los Ocho. A éste se suma el llamado Consejo Empresario Argentino que agrupa a los más poderosos conglomerados.
Del otro, la defensa de la producción nacional y del mercado interno aglutinó, junto al pueblo, la voluntad del 90 % del empresariado argentino, entendiendo como tal a las pequeñas y medianas empresas, urbanas y rurales, e incluso a grandes empresarios de capital nacional que si bien no han canalizado sus propuestas conformando una entidad única que las contenga, han coincidido en sus expresiones a través de cámaras industriales, asociaciones y centros comerciales y de servicios, organizaciones agrarias, federaciones, coordinadoras, centenares de entidades nucleadas en las distintas ramas del campo y de la ciudad, del movimiento cooperativo.
En este trabajo trataremos de señalar cómo el empresariado nacional pudo afianzarse y avanzar cuando supo encontrar los canales de comunicación con las grandes vertientes nacionales, los partidos políticos populares, los profesionales, los estudiantes, la intelectualidad argentina, los amplios sectores de las "capas medias" y las organizaciones de trabajadores.
Si echamos una mirada retrospectiva, estas dos líneas se manifiestan desde los inicios de nuestra historia como nación. Se expresan en las teorías y conductas económicas y se reflejan en las distintas entidades empresariales que se irán conformando, particularmente después de la organización nacional.
Las primeras organizaciones empresarias
Mayo comienza con el accionar de los patriotas que luchaban contra el monopolio español. El conjunto de fuerzas fue integrado por hacendados, comerciantes no monopolistas, la pequeña burguesía y la intelectualidad. Estos se amalgamaron con los regimientos de patricios, y tuvieron, a la vez, el respaldo de la masa de criollos, mestizos, negros e indígenas.
Conquistada la independencia política se abre para el país el mercado mundial, las fuerzas económicas divergen, ubicándose de un lado las tendencias progresistas y democráticas acordes con el pensamiento de la burguesía en ascenso en el orden mundial, y del otro, las de carácter regresivo, elitista, ligada con la colonia. En el mismo sentido el ingreso de mercancías por el puerto de Buenos Aires generará cambios progresistas y, a la vez, contradicciones entre proteccionistas y librecambistas. Esta última tendencia, desgraciadamente, va a prevalecer con el dominio del grupo saladeril-ganadero y de los comerciantes importadores adueñados del puerto y de la aduana de Buenos Aires.
Existía una pequeña burguesía y se desarrollaba una burguesía nacional, pero se presentaban dos limitaciones para el desarrollo de una burguesía industrial -que comenzará a tomar forma recién hacia la década de los '70 del siglo XIX.- Una, interna, por el límite del latifundio que impidió el asentamiento de millares de colonos y con ello limitó el mercado interno; y otra externa, porque las metrópolis capitalistas iban dejando atrás su etapa de libre competencia para entrar en la monopolista.
Antes de la organización nacional se conforman entidades que representan a los comerciantes y a los ganaderos. Algunas de ellas expresarán los intereses de las clases dominantes y del grupo saladeril ganadero que con Rosas extendió el latifundio y afianzó el comercio con los ingleses. La primera fue la de los comerciantes ingleses y se llamó "Sala de comercio", en la década de los '20 se establecerá la Bolsa Mercantil, y en los '40 aparecerán la Bolsa de Comercio, la Sociedad Particular de Corredores (Camoati), La Sala de Plaza Once de Septiembre y la Bolsa de Cereales.
Después de Caseros
También existieron instituciones que expresaron tendencias progresistas, pero será con posterioridad a la organización nacional cuando se pondrán de manifiesto con mayor nitidez. En 1866 se funda la Sociedad Rural Argentina; en ella jugó un papel prominente Eduardo Olivera, que desde la revista Anales, sostuvo la necesidad de desarrollar una industria rural, expandir la agricultura y colonizar la tierra mediante el asentamiento de los campesinos como propietarios. Para ello propiciaba rebajas del precio de la tierra y una serie de facilidades para los colonos con vistas a tecnificar la producción y limitar el latifundio.
Con el tiempo, la aristocrática elite oligárquica de la provincia de Buenos Aires comenzó a predominar en la Sociedad Rural Argentina. Ya en el año 1877, los terratenientes más reaccionarios manifestaban actitudes antiindustrialistas y en aras del "liberalismo" económico condenaban al país a su condición de productor de materia prima (pastoril-ganadero) e importador de manufacturas, particularmente inglesas. A fines de siglo, con la presidencia del Gral Roca, se consolida en la SRA el predominio de esta elite que, posteriormente, acompañando el golpe de estado de 1930 -el que cerró las puertas del "progreso social"- llegó a ocupar posiciones clave.
La vertiente que en los inicios de la Sociedad Rural representaba Eduardo Olivera era la expresión de las corrientes progresistas de la burguesía naciente, agraria y urbana, que se revelaba en el proyecto de colonización agraria de Sarmiento en Chivilcoy, que aún hoy espera su efectivización. Este hilo de pensamiento convocó a las entidades representativas de pequeños y medianos productores que se fueron conformando y tuvo su máxima expresión en el "Grito de Alcorta" que en 1912 dio nacimiento a la Federación Agraria Argentina.
La conformación de la burguesía industrial
En el plano internacional la crisis de 1866 y, particularmente, la de 1873 en Europa y Estados Unidos, alcanzaron al país y generaron una serie de trastornos en la economía que obligó a determinados sectores a emprender el desarrollo industrial.
La industria de la urbe y el campo reconoce su origen en la acción de los inmigrantes, en su mayoría de origen humilde que comenzaron como asalariados o artesanos. Entre 1880 y 1990 se fundan modernos establecimientos elaboradores de carne, cerveza, cigarrillos, jabón, velas, cal, yeso, mosaicos, etc. Se trata como vemos, de la industria liviana limitada por el predominio que ejerce la oligarquía ganadera vinculada con el capital británico.
Es la época en que llegan al país 850.000 personas. Se amplía la masa de artesanos y pequeños talleristas.
También se acrecienta el número de comercios y servicios. En la periferia de las ciudades se forma una capa de quinteros, productores agrícolas. Unos y otros irán conformando la amplia capa de pequeña burguesía, urbana y rural. Con la ampliación de la burguesía industrial se acrecienta el número de obreros. En este período aparecen las primeras exteriorizaciones obreras por mejores condiciones de trabajo.
Este proceso conducirá al nacimiento del Club Industrial que fue presidido por Fernando Schelleinger. En la reunión constitutiva del 29 de agosto de 1875 el presidente manifestará "la necesidad de aunar esfuerzos, objetivos y luchar para incidir sobre los poderes públicos" ya que "era imposible el adelanto del país con los industriales aislados. Las concepciones económicas nacionales para abrirse paso deben ir acompañadas por la acción gremial y social."
Al recibir el torrente inmigratorio el país asiste a grandes cambios económicos, sociales y políticos, la revista El Industrial, que editaba el Club Industrial, reflejaba las ideas, debates y luchas que denotaban el nacimiento tumultoso del país. En octubre de 1881 definirá "que el librecambismo fue organizado por Inglaterra para explotar el mundo en su provecho". También recogía las expresiones de Aristóbulo del Valle: "la industrialización era el camino del progreso como nación". El "proteccionismo" era el camino concreto para proteger el mercado interno y garantizar la acumulación de capital necesario para el desarrollo manufacturero.
Las confrontaciones entre proteccionistas y librecambistas también se hicieron presenten en el debate que se suscitó en 1876 en torno de la ley de Aduanas. Mientras Vicente Fidel López y Carlos Pellegrini1, abanderados del proteccionismo, explicaban en el parlamento que si el país continuaba enviando las materias primas sin límite al extranjero, para que allí los manufactureros fijen el precio de los productos, la independencia no sería posible; el ministro Norberto de la Riestra, un antecesor de los "fundamentalistas del mercado" de hoy, defendía la apertura de la aduana a las manufacturas extranjeras.
La heterogeneidad de sectores participantes del Club Industrial hizo que más tarde aparecieran desavenencias. Aparentemente por una gravitación de empresarios del interior, el 6 de diciembre de 1878 se formó otra entidad, el "Centro Industrial Argentino". Ambas se reunirán años más tarde (1887) en la Unión Industrial Argentina.
Las dos entidades empresarias, gravitaron en los debates parlamentarios, en particular sobre la ley de Aduanas. Participan de la Exposición Universal de París. En 1887 se concreta la 1ª Exposición Industrial Argentina, que tenía entre otros precedentes, la Exposición Sudamericana organizada en Buenos Aires por el Club Industrial. En otro orden de propuestas, El industrial solicita la creación de un Ministerio de Agricultura, Industria, Comercio y Obras Públicas.
El período de Juárez Celman (1886-1890) se caracterizó por el aumento de los empréstitos y la consiguiente mayor dependencia de Gran Bretaña. Los créditos acordados a favor de los latifundistas y los especuladores con bienes raíces adquirieron ribetes de escándalo. Como es sabido la Unión Cívica condujo la acción que se coronó con la Revolución del 90 que, aunque derrotada, produjo la caída de Juárez Celman. Estos episodios señalan ante todo la presencia de las nuevas fuerzas sociales y la necesidad de las transformaciones democráticas de la sociedad argentina. Los jóvenes que integraban la Unión Cívica de la Juventud eran hijos de comerciantes, industriales, sectores de la pequeña burguesía de la ciudad e, incluso, hijos de algunos sectores de terratenientes ganaderos. No faltó la presencia de los sectores populares y de los obreros, que en ese año conmemoraron por primera vez el 1º de mayo.
Digno es de destacar el meeting industrial realizado el 26 de julio de 1899 en Plaza Lorea. La Nación comenta los hechos diciendo: "Todas las ramas de la industria, desde las más encumbradas a las humildes, se encontraban por primera vez, quizá, unidas y representadas". La Prensa dirá que: "el empresario necesita ganar y prosperar y el obrero necesita un salario suficiente para costear su existencia y la de su familia".
Cabe señalar que si bien defiende posiciones que hacen al desarrollo de la riqueza nacional, las ideas dominantes en la Unión Industrial y en toda la clase dirigente en relación con los problemas sociales y los derechos del trabajador, son muy limitadas. En este plano insiste en las jornadas de 10 y 12 horas, oponiéndose al pedido de 8 horas diarias, al descanso dominical y a la prohibición del trabajo de los niños y mujeres en horas nocturnas. Más adelante se opondrá al Código de Trabajo inspirado por Joaquín V González, pues considera extrema la intervención del estado.
A fines de siglo XIX el país crece rápidamente, se continúan ampliando las capas de la burguesía nacional. También se desarrolla la clase obrera. Entran en escena los hijos de los inmigrantes. Todos estos cambios sociales se expresarán también con la formación de los partidos políticos. La UCR aparece en 1891. En 1892 aparece la Agrupación Socialista que dará conformación definitiva en 1896 al Partido Socialista. Es interesante señalar que en ese entonces el periódico El Obrero de tendencia marxista, señalaba como "un avance la formación de la UCR, como expresión de la pequeña burguesía nacional surgida en oposición a los viejos gobiernos oligárquicos y caudillistas".
También entre los industriales se irá produciendo una diferenciación. Los más enriquecidos se comienzan a aliar económicamente con el sector latifundista, se vincularán, por ejemplo con los Casares, terratenientes dedicados a los productos lácteos, los Tornquist, banqueros, azucareros y terratenientes, agentes del capital inglés.
La masa que se había expresado en el 90 volverá a hacerlo en 1893 y 1905, antecedentes todos que conducirán a la ley Sáenz Peña que dará el triunfo electoral a Hipólito Yrigoyen. Fue la actitud del conservadorismo lúcido que se inclina por ciertas reformas para evitar males mayores. Roque Sáenz Peña si bien era partidario del capital extranjero, se pronunciaba contra los trusts y los monopolios.
El colono agrícola trabajaba en condiciones muy penosas. En 1892 se realiza el primer Congreso Agrícola, que brega por el reparto de la tierra. Una sucesión de luchas posteriores en todo país conducirá al gran movimiento campesino formado por pequeños agricultores (arrendatarios, aparceros y medieros) que se conocerá como Grito de Alcorta. Estalla, como dijimos antes, el 25 de junio de 1912 y conducirá a la formación de la Federación Agraria Argentina. El Grito de Alcorta contó también con el respaldo de pequeños comerciantes, artesanos, talleristas, además de profesionales, sacerdotes y los obreros urbanos y rurales.
La Federación Agraria nucleará a los pequeños chacareros, arrendatarios que claman después por la reforma agraria. Es lo opuesto a la Sociedad Rural Argentina
La primera guerra mundial y los cambios económicos, sociales y políticos
Durante la primera guerra mundial, en un período que se extendió aproximadamente entre 1914 y 1920, se acrecienta el número de talleres e industrias por la obligada "sustitución de importaciones". También se amplía el área sembrada con cultivos tradicionales. Tanto en el campo como en la ciudad se diversifica la producción. Penetra el capital extranjero de diversos orígenes. Este complejo proceso genera antagonismos de clases y sectores.
Las reformas democráticas y las medidas sociales encaradas por Yrigoyen tuvieron su sustento sobre estos distintos estratos de las llamadas capas medias y algunos sectores terratenientes liberales que adquirieron un notable desarrollo. Estas reformas no alcanzaron a destruir el poder económico y político de la oligarquía terrateniente; no obstante ello, el nuevo escenario social junto con la Reforma Universitaria de 1918 -apoyada solidariamente por los obreros- y acontecimientos como la guerra mundial y la Revolución Rusa, repercutieron en el campo de las ideas económicas, sociales y políticas. También ocurrieron episodios como "la Semana Trágica" y la represión de los peones de la Patagonia, estimulados por "la reacción" y "las minorías elitistas".
Para "apaciguar" las relaciones entre el capital y el trabajo se creó, en 1919, la Asociación del Trabajo, integrada por las entidades que representaban los intereses de la oligarquía latifundista vinculada con el capital extranjero, la Bolsa de Comercio de Buenos Aires, la Sociedad Rural Argentina, el Centro de Exportadores de Cereales, la Cia. Italo Argentina de Electricidad, las compañías británicas de los ferrocarriles argentinos, entre otras.
La compenetración de industriales y estancieros
El golpe de estado que en 1930 sacude el país, en el marco de la significativa crisis mundial, ubica a la oligarquía vinculada con las grandes empresas y los bancos privados extranjeros en una posición dominante.
Con la industria nacional debilitada y dispersa, la UIA, que es presidida desde 1925 hasta 1946 por Luis Colombo, era una entidad cuyos componentes pensaban más en su presente que en el futuro del país. No tenían una concepción propia del futuro, imperaba la confusión y su tendencia era conciliar con la clase dominante.
Surgen contradicciones; por ejemplo, en 1933 Roca viaja a Gran Bretaña para firmar el "tratado de carnes" y ante el peligro de una liberización de las importaciones que pondría en riesgo a las empresas la UIA realiza un acto en el Luna Park, al que se suman empleados y obreros, donde se respalda el pacto Roca-Ruciman, en materia de carnes e intercambio y, al mismo tiempo, se reclaman medidas proteccionistas, semejantes a las enumeradas en el meeting de 1899 en Plaza Lorea.
José Luis de Imaz caracterizó a estos empresarios: "faltos de adhesión y sin un marco de referencia propio, a medida que los miembros de la burguesía empresarial han ido ascendiendo en la escala social terminaron absorbidos por las viejas clases altas." "Sin siquiera discutirlo, hicieron suyo el marco valorativo de los sectores tradicionalmente rurales. Estos industriales, cuando poseyeron suficiente capital, compraron estancias. Posteriormente, en lugar de defender sus intereses, buscaron identificarse con los criterios, los puntos de vista y los argumentos del sector rural."
Esta compenetración de élite oligárquica aliada con el monopolio británico, el capital financiero y los grandes industriales se acentuará con los años.
La segunda guerra y el crecimiento de las Pymes
La crisis mundial primero y luego la segunda guerra mundial determinaron un rápido crecimiento del sector de las pequeñas y medianas empresas industriales y comerciales.
Cerrada la inmigración, se produce un desplazamiento del obrero rural y del campesino pobre hacia las ciudades. Entre 1942 y 1946 se acelera el incremento de la industria liviana.
Este crecimiento de las pequeñas y medianas empresas no tiene una real cabida en las organizaciones tradicionales del empresariado. De todos modos, se extienden los centros, cámaras y entidades básicas que defienden intereses gremiales concretos. Se desarrollan también en el campo los movimientos por mejores precios y créditos, y contra los altos arriendos. Se amplían las entidades cooperativas.
Las autoridades del gobierno, que accedieron al poder con el golpe de estado del 4 de junio de 1943, si bien en un principio habían apostado al imperialismo alemán, una vez que el nazismo fue derrotado se adaptaron a las nuevas condiciones de la posguerra y cambiaron el rumbo. Posteriormente con el triunfo electoral de Juan Domingo Perón con el 54% de los votos, se planterá una nueva opción en la política nacional. Con el tiempo se profundizará una falsa división en clase media - clase obrera, división que seguirá gravitando.
Los dirigentes de la Sociedad Rural Argentina continuaban con su mentalidad retrógrada y aún en 1944 se oponían al estatuto del peón. En los primeros tiempos del gobierno de Perón, adoptarán un aparente tono de "colaboración".
En épocas de guerra mundial, que coyunturalmente gravitaban a favor del pleno empleo, Luis Colombo, al frente de la UIA, toma posiciones más oportunistas frente a los golpistas del 4 de junio y en enero de 1944 ante el Departamento de Trabajo dirá: "Nos hemos apresurado a ofrecer nuestro concurso leal y sin reservas" para un código orgánico de trabajo. En la dirección de la UIA aparecen los nombre de Rolando Lagomarsino, Miguel Miranda, Torcuato Di Tella, Miguel Campomar, etc.
Perón contestará en otra oportunidad que "quería sentar las bases de una relación solidaria entre el capital y el trabajo, que no serán transitorias sino permanentes, que asegurarían una armonía social de largo plazo."
En la relación con el gobierno, en la UIA se formarán una corriente "colaboracionista" y otra "anticolaboracionista". En la primera se alineó Miguel Miranda, quien después del 24 de febrero de 1946 será el "zar económico" del primer gobierno de Perón. Representaba los intereses de "los nuevos ricos", de la gran burguesía industrial, ligada con el sector comercial y financiero. Por las contingencias políticas, la UIA, será posteriormente intervenida. Estos sectores se entrelazaron con los terratenientes e invirtieron en campos. No tenían interés en realizar los cambios estructurales, en especial la reforma agraria que reclamaban los pequeños y medianos productores y los trabajadores del campo.
La organización del empresariado nacional
El crecimiento y expansión de las PyME y la falta de representatividad de las entidades tradicionales, especialmente en el interior del país, crearon las condiciones para que se realizara en 1948 el Primer Congreso Económico del Norte Argentino, convocado por la Cámara de Comercio e Industria de Tucumán y la Bolsa de Comercio e Industria de Salta. Participaron además entidades de Santiago del Estero, Catamarca, Chaco y Formosa.
Posteriormente, el 26 de mayo de 1950, en la ciudad de Catamarca, un conjunto de entidades representativas de los industriales, productores, comerciantes de la pequeña y mediana empresa de la región noroeste del país, realizan el Segundo Congreso Económico del Norte y sientan las bases de lo que sería la Confederación General Económica -CGE-.
En el acta fundacional, denominada Acta de Catamarca "Los asistentes dejan establecido que las razones que informan la creación de esta entidad tienen su fundamento en la inexistencia de un organismo de carácter nacional auténtico, la necesidad de formarlo para defender los intereses de la Producción, la Industria y el Comercio y colaborar con mayor eficacia en las soluciones de carácter nacional en beneficio del país."
Al rubricar el documento, José Ber Gelbard, quien sería su primer presidente, expresó: "Bregamos por una racional organización de la distribución comercial, tomándose por base las zonas económicas del país y no las geográficas, que no responden a las verdaderas necesidades, y asegurar en tal forma el adecuado abastecimiento del país, lo que se traducirá en una elevación del nivel de vida de la población."
A través de una serie de agrupamientos se va configurando una organización que ensaya un nuevo estilo, de abajo hacia arriba, con un sentido más democrático, donde no predomina el voto calificado y selectivo a favor de las grandes empresas. En tal sentido Gelbard manifestaba: "La presencia de la CGE en todas las regiones del país es una prueba irrefutable de la pasión de bien público que anima a los empresarios argentinos, deseosos de reactivar las economías locales, para promover así, en forma conjunta y armónica, el progreso general de la Nación"
La CGE postulaba la "función social de la empresa" y reflejaba el interés directo del empresariado nacional que depende, ante todo, del desarrollo del mercado interno. En tal sentido, su presidente sostenía que "Estamos promoviendo una renovación general entre los empresarios. Partimos de la concepción de que la productividad no es método científico aplicado a la explotación del prójimo, sino el concepto científico aplicado a las mejores relaciones humanas, al mejor y mayor rendimiento de la producción, cuidando el menor desgaste físico y mental del hombre. Así, racionalizando maquinarias y tareas, se posibilita la obtención de buenos salarios y sueldos, y de una utilidad equitativa para el esfuerzo creador de cada empresario en su responsabilidad de dirección y planeamiento."
CGE versus ACIEL
En la década de los '50, al no armonizar el crecimiento industrial con el desarrollo del campo, el modelo económico y social que se intentaba imponer hace agua. Los años de bonanza habían pasado y el gobierno acosado internacionalmente por factores políticos, militares, etc. cede ante los sectores más reaccionarios, abre las puertas a la California, filial de la Standard Oil, y esto es utilizado a su vez como elemento de desprestigio por los autores del golpe del 55.
El gobierno de la autodenominada Revolución Libertadora proclama el principio de la "libre empresa". Adhiere al FMI y descarga la crisis sobre los trabajadores y los pequeños y medianos empresarios industriales, comerciantes y productores.
La CGE fue intervenida durante el período del Gral. Lonardi y luego, el 30 de diciembre de 1955 (Aramburu-Rojas), se decreta su disolución y se inhabilita a sus dirigentes.
La Bolsa de Comercio, la Sociedad Rural Argentina y la UIA amplían sus relaciones, que coronarán en 1958, cuando se restituye el orden constitucional, con la formación de Acción Coordinadora de Instituciones Empresarias Libres (ACIEL), que declara: "Nos hemos dado una organización que nos diferencia total y definitivamente de la CGE". En cuanto al desarrollo de la economía del país sostiene que "si se desea que la economía argentina progrese es indispensable desistir de todo propósito de planificación económica y empresaria o de socialización."
Dardo Cúneo sintetiza de este modo la filosofía de ambas entidades: "ACIEL es el viejo país deformado en su mapa económico por la persistente preeminencia de los intereses del Buenos Aires portuario y en su mapa social por la preeminencia obstinada de los sectores de exportación e importación en constante alianza con el interés extranjero en sus versiones de monopolio. Su enfrentamiento es, pues, con la CGE, en cuanto ésta es en el campo empresario proposición de unidad argentina, de desarrollo del conjunto del país..."
Los dirigentes de la CGE, a pesar de la disolución y de su inhabilitación en 1956, realizan una sucesión de reuniones en todo el país, donde señalan la necesidad de romper la dependencia, armonizar la producción industrial con la agraria y la imprescindible mejora salarial como factor dinamizante de la economía. También solicitan medidas que se traduzcan en apoyo del estado a las PYMES. De todos los encuetros, se destaca el realizado en Tucumán en 1957, donde se traza un programa que contiene las "Bases para el reordenamiento de la Economía Nacional".
El presidente constitucional Frondizi restituye la personería a la CGE en junio de 1958. Como es sabido, el gobierno abre las puertas a los capitales externos en los hidrocarburos y en la industria automotriz y nombra a Alvaro Alsogaray ministro de Economía.
ACIEL, que apuntaló los sucesivos planteos militares con el lema "libertad de empresa", se opondrá (en 1963-64) a la implementación de un Consejo Económico Social, porque implica el peligro de "restablecer un sistema de economía dirigida y exagerado intervencionismo estatal". Entiende que esto es inyectar "técnicas de colectivismo". En nombre de la "modernización" y la implementación de la teoría de la Seguridad Nacional, durante todo el proceso que culminará en 1973 con la elección del gobierno constitucional propicia posiciones neoliberales que acentúan la concentración, la penetración del capital extranjero y la enajenación de empresas nacionales.
En la UIA, se aprecia una creciente participación de ejecutivos y funcionarios de empresas de capital extranjero.
Mientras la oligarquía piloteaba la implementación de este neocolonialismo, el movimiento confederal liderado por la CGE, en múltiples ocasiones, buscó el pronunciamiento conjunto de las fuerzas sociales y económicas.
Durante 1970, la CGE realiza el Congreso Nacional de Economía, que se complementa con diez reuniones regionales en todo el país, donde se traza, aparte del examen autocrítico, un plan alternativo para el período 1970/1980 y se detallan las estrategias para su cumplimiento.
En diciembre de 1972, la CGE firma una declaración conjunta con la CGT ante la crisis profunda, acentuada en los últimos años, que "ha agudizado la dependencia externa que estrangula el desarrollo nacional y autónomo e integral y ha agravado la injusta distribución del ingreso".
La CGE hace conocer su propuesta al país, a los partidos políticos y a las fuerzas sociales. Su actitud adquiere resonancia y la ubica en un primer plano en la vida nacional. En un proceso posterior, la Confederación de la Industria y la UIA integrarán la CINA. Su conducta posterior indicará que fue un repliegue táctico de la vieja UIA.
Programa económico de 1973
En el gobierno peronista, José Ber Gelbard es nombrado ministro de Economía. El paquete de medidas que presenta preocupa a los sectores de privilegio. Entre otros aspectos se prevé la defensa de las empresas básicas del estado y la creación de una Corporación de la Pequeña y Mediana Empresa (COPYME), con vistas a protegerlas y promover su desarrollo. También proyecta gravámenes sobre la renta normal potencial de la tierra y toma medidas para mejorar la distribución de ingresos.
La respuesta de los sectores monopolistas y de la oligarquía fue el desabastecimiento, el contrabando en gran escala, la sobre y subfacturación.
López Rega, desde el poder, y las entidades empresariales tradicionales -los acielistas- se oponen a este programa; también las entidades empresariales que orienta el "frigerismo". Las corrientes ultraístas de izquierda lo atacan por considerarlo un plan burgués. Todo esto provoca el alejamiento de Gelbard.
Más adelante "el rodrigazo" abrirá las puertas para el golpe de estado de 1976. Previo al golpe las entidades tradicionales reunidas en ACIEL junto con las entidades que orienta el "frigerismo" dan forma a la APEGE. Todas ellas preparan el paro empresario nacional del 16 de febrero de 1976. La CGE se opone.
Con anterioridad, en 1967, se había formado el Consejo Empresario Argentino con la participación de unas 50 grandes empresas. Su presidente entre 1973 y 1975 fue Martínez de Hoz. En su seno se elaboró el plan económico del golpe de marzo de 1976.
El proceso y la disolución de la CGE
Producido el golpe de 1976, es nombrado Martínez de Hoz ministro de Economía. Intervienen la CGE y decretan su disolución.
Si bien las direcciones nominales dejaron de existir, las organizaciones de base, cámaras y centros comerciales, industriales y de la producción continuaron su labor. Una parte de los empresarios fue confundida y otra ganada en parte por la prédica del "eficientismo" y de la "libertad de mercado". El espejismo de la "Argentina agroindustrial" con más de 50 millones de toneladas de cereales, ganó a los sectores del campo y la alimentación.
La modificación de la "ley de Entidades Financieras", en 1977, no fue apreciada en su momento en su real significación, en el sentido de que inauguraba el reinado de la "patria financiera" y la especulación.
El cooperativismo de crédito, ante los intentos de liquidación, ensaya una de las primeras resistencias pasivas, obteniendo con éxito el respaldo de decenas de miles de pequeños y medianos empresarios nacionales, personalidades y entidades. Jugó un papel decisivo el Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos.
Desde diversas cámaras se alzaron voces, en Santa Fe se planteaba la defensa del salario; en Córdoba se denunciaba que el plan buscaba "concentración" y "extranjerización" de las empresas; Humberto Volando, presidente de la Federación Agraria Argentina sostenía que el plan servía a los terratenientes de la pampa húmeda, pero no al pequeño y mediano productor ni a las economías regionales.
En 1978 algunos exdirigentes de la CGE forman el Foro de la Empresa Nacional; se crea una cátedra para promover la capacitación del empresariado nacional.
A mediados de los ochenta, el agro con la FAA como eje organiza una gran concentración con miles de productores.
Las entidades que responden a la orientación "frigerista" adoptan posiciones críticas al plan. Va creciendo la conformación de una serie de sectoriales y zonales en defensa del comercio, la industria y la producción primaria. Se generaliza la crítica contra la "apertura económica" y la política "monetarista" de la escuela de Chicago. Este proceso conduce a la conformación de la Convocatoria Nacional Empresaria -CONAE-, que realiza su primer gran acto el 18 de octubre en Rosario. Es la primera exteriorización de carácter nacional.
La CONAE agrupaba a sectores "liberales", "desarrollistas" y empresarios nacionales agrupados en el Foro de la Empresa Nacional. También contó con la solidaridad de sectores obreros, estudiantiles, cooperativistas, profesionales y políticos. En una declaración de diciembre de 1980 expresa: "Ningún país ha progresado reduciendo su capacidad productiva y comprimiendo su mercado interno".
La profunda crisis
Ante la quiebra del plan económico que sume al país en la crisis más profunda y la embestida de todos los sectores por su derogación y por la democracia y la vigencia de los derechos humanos, comienzan a aparecer en el seno de esas entidades también divergencias y diferenciaciones.
Un sector de la UIA, el MIA (liberales) enfrenta a la corriente integrada por industriales "independientes" y "desarrollistas", el MIN. Estos últimos impulsan un Congreso de la Pequeña y Mediana Industria (PYMI).
El Foro de la Empresa Nacional (FENAC) continuó su plan de vínculos con las fuerzas que integraban la Multipartidaria y con los economistas afines con sus posiciones. Estos vínculos muestran la interrelación de los sectores del empresariado nacional con las entidades sociales y políticas con base popular, los sectores medios y los obreros.
Es de destacar, también, el trabajo de concientización desempeñado en ese período por el Consejo Argentino de la Pequeña y Mediana Empresa (CAPYME).
También el Movimiento Cooperativo ha jugado un papel de primer orden en la defensa de la pequeña y mediana empresa.
Cabe señalar como un hecho significativo la constitución en noviembre de 1983 de un Frente Agrario Nacional y la posterior conformación de la llamada Mesa del Empresariado Nacional, que bajo la conducción de Humberto Volando integraban la FAA, la Confederación del Comercio y Servicios, el Consejo Argentino de la Industria (CAI), la Asociación de Importadores y Exportadores y el Foro de la Empresa Nacional.
El arte del consenso
Cualesquiera sean los programas que se tracen, la experiencia histórica que hemos tratado de señalar en este trabajo*, demuestra que para consolidar la democracia y afianzar la independencia, el empresariado nacional y los sectores medios deben encontrar los caminos de comunicación con los trabajadores. El "arte" de las minorías y de las elites ha sido siempre enfrentar a unos con otros. En los momentos históricos en que actuaron en una misma dirección pudieron desplazar del escenario político a los portavoces de la reacción, tanto civiles como militares.
Notas
* Este artículo es una síntesis elaborada por Javier Alonso de anteriores trabajos del autor.
** Director de la revista de APyME (Asamblea de Pequeños y Medianos Empresarios).
1 Carlos Pellegrini manifestaba: "tenemos el deber de procurar por todos los medios posibles hacer que en el porvenir no seamos solamente una nación de pastores, que seamos una nación de obreros".
* En uno de los próximos números de RE se abordarán las experiencias de organización y acción empresarias de las dos últimas décadas.
http://www.iade.org.ar
Por qué se habrá logrado ecualizar "el Campo" en un solo ente, cuando toda la vida la Federación Agraria fue la antítesis de la Sociedad Rural. O los Pequeños y Medianos Productores, la antítesis del Gran Productor. Accidente o Planificación?
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