per Esteban Hernández, extret del portal Elconfidencial.com.
“Vivimos en una especie de simulacro donde todos asumimos que los medios de comunicación nos mienten y nos manipulan. Ellos lo saben, nosotros lo sabemos y lo curioso es que eso parece satisfacer a todo el mundo”. Javier Barraycoa, profesor de Sociología y Opinión Pública en la Universitat Abat Oliva de Barcelona, describe en su último ensayo, Los mitos actuales al descubierto (ed. Libroslibres) una serie de creencias falsas bien instaladas en nuestro mundo. Empezando por la confianza en ese cuarto poder que sometería a control a los otros tres, en ese garante de la verdad de la verdad y de la democracia que afirma ser el Periodismo. Pero, según Barraycoa, si miramos en sus entrañas, encontraremos con mucha frecuencia una simple fábrica de relatos. Y se trata de algo a lo que el público se presta con gusto. “El espectador asume el reencantamiento del mundo que hacen los medios porque actuar de otra manera le exigiría demasiado esfuerzo; buscar la verdad exige un sacrificio que la gente no está dispuesta a hacer”.
Y es que otro mito que funciona en la teoría y no parece estar operativo en la práctica es el de ese ciudadano activo que se informaría profusamente a través de las fuentes disponibles acerca de aquellas cuestiones que resultan de su interés y que tomaría decisiones valorando pros y contras. “Vivimos en el imperio de lo efímero. Quizá por eso no tenemos el suficiente convencimiento como para persistir en nuestros valores. Nada parece ser constante: no aguantan las familias, no aguantan los políticos en sus principios y tampoco el ciudadano es capaz de insistir en la búsqueda de la verdad”. Para Barraycoa, esas dificultades para persistir en el esfuerzo tienen un nombre, “aquel que le dieron los clásicos: pereza. Porque una de las manifestaciones del perezoso no es la pasividad sino estar en perpetuo movimiento. Y así estamos ahora, cambiando continuamente de actividades y sin permanecer en ninguna de ellas, probablemente porque ya no encontramos sentido a las cosas que hacemos”.
Según Barraycoa, este decaimiento del ciudadano activo y comprometido nos lleva hacia sistemas políticas insanos que se sostienen en el mito. “Entre la democracia ideal y la real hay un abismo. Porque lo que nos demuestra cualquier análisis sociológico es que tenemos instalada en nuestras sociedades una oligarquía que posee control sobre los recursos económicos, sobre los medios y sobre la capacidad de decisión, frente a la cual el ciudadano se encuentra con una sola posibilidad de acción, el voto. Y eso genera una profunda apatía”.
Y los mecanismos que podrían ayudarnos a salir de esa situación tampoco funcionan adecuadamente. “Es curioso cómo una sociedad en la que se invierten muchos recursos en educación está produciendo una profunda apatía en sus estudiantes. Nuestro sistema educativo, que se piensa muy racional, no está ayudando a desarrollar razonamientos lógicos en sus estudiantes sino que les está convirtiendo en apáticos”. Y quienes están situados en la cúspide de ese sistema tampoco se ven libres de los males de la época: “La inteligencia de nuestra sociedad, es decir, todos aquellos que manejan el saber y el conocimiento, están volcándose en a interpretar la realidad a través de ideologías en lugar de prestar atención a la realidad”.
Por eso, según afirma Barraycoa, la situación es dramática. “Autores como Toynbee, que analizaron las crisis de las civilizaciones y los motivos por los que llegaban a su fin, descubrieron que dormirse en los laureles y la pérdida de tensión ante la realidad, eran factores decisivos”. Y nos estaríamos moviendo en un contexto parecido, en la medida en que “a pesar de que existen altos niveles de manipulación, no buscamos cambios sociales o políticos; más al contrario, la gente se quita de en medio pensando que si un profesional le interpreta la realidad, para qué va a tomarse la molestia de analizarla. Al final, se abdican de las responsabilidades y se proyectan en los políticos, como si estos fueran a solucionar nuestros problemas”.
La ‘neolengua’ y la nada
Un indicio claro de este rechazo de la propia responsabilidad tiene que ver con la aceptación acrítica de los mitos que imperan en nuestra sociedad. Barraycoa habla en su libro de la ecología, de las ONG, de la ciencia y del consumo como nuevos mitos, y repara especialmente en asuntos como la corrección política y la neolengua, en la medida en que, en su opinión, resultan esenciales para entender nuestra época. “El gran agraviado con la llegada de la corrección política fue la clase proletaria, que resultó abandonada por la izquierda”. Porque los partidos de izquierda dejaron de lado al obrero para reparar en una serie minorías constantemente agraviadas, a las que empezaron a referirse con eufemismos y expresiones políticamente correctas. Como subraya Barraycoa, entre otros ejemplos, se pasó de emplear la expresión “negros” a “personas de color”, para terminar en “afroamericanos”. Pero “esto genera una dinámica muy perversa porque cada vez que el poder interviene para corregir los agravios que sufre una minoría, los genera en otra. Si haces leyes para proteger a los no fumadores, termina agraviando a los fumadores. Se entra así en un proceso que genera constante insatisfacción social. Además de que la corrección política crea mucha autoculpabilización”.
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Pero, sobre todo, se trata de “una forma de control mental. Lo vio Orwell muy bien cuando hablaba de la neolengua. De lo que se trata es de crear formas de autocensura, algo que ningún totalitarismo había conseguido en la historia. Antes, el control atendía a las acciones del individuo; a partir de ahora también busca que nos autocensuremos, lo que es una forma de totalitarismo muy sutil y efectiva”.
En este sentido, uno de los terrenos donde más opera la corrección política, asegura Barraycoa, es en la sexualidad. El autor de Los mitos actuales al descubierto recurre a Foucault para subrayar los cambios que han tenido lugar en nuestra sociedad y la utilización de la sexualidad por el poder estatal. “Foucault planteó que la sexualidad era un instrumento del poder. Hoy, Foucault se ha convertido en un referente para la izquierda en lo que se refiere a la liberación sexual, cuando lo que resulta plenamente apreciable es la exactitud de su denuncia. Porque hoy es el Estado el que educa en sexualidad, creando categorías sexuales y nuevos modelos de pareja. Nunca se había teorizado más por parte del poder acerca de la sexualidad, y eso la izquierda no lo quiere ver, no es más que una forma de control. Por eso, puede afirmarse que asignaturas como Educación para la ciudadanía no son más que síntomas de que el Estado sigue utilizando la sexualidad como forma de control social”.
Hemos pasado de lo bello a lo trasgresor. Esa metáfora en el arte parece ser también la que opera en múltiples manifestaciones estéticas: los adornos hoy son pìercings, etcétera. Pero ¿qué nos revela de nuestra sociedad? Es una tendencia general o sólo es un aspecto parcial. El arte es un tema muy profundo, porque en el fondo desvela lo que es una sociedad, si muriera el arte, sería un síntoma de que está muriendo una sociedad, lo que los clásicos se habían definido como arte no se está produciendo, sino todo lo contrario, pero nos intentan convencer de que eso es arte. Sin embargo, todo el arte moderno y contemporáneo es un arte nihilista, estamos en una cultura nihilista, como ejemplo sintomáticos, Klein o como sea, en el libro, obra titulada Nada, donde no había nada y la gente pagaba para ver Nada, y esto refleja bien el arte que es una especie de apariencia de nada.
Las guerras mediáticas: el Pentágono y el cine
El famoso 11-S fue un hito donde el poder político y Hollywood llegan a un entendimiento a través de la cultura, del cine, y de asegurar la moral nacional. Hemos de pensar que la NBA en aquel tiempo se sacó normas para que los jugadores no se movieran mientras sonaba el himno, ni mascaran chicle, etcétera, porque eso podría deteriorar el patriotismo. Ese cúmulo de acciones acaba teniendo efecto. En Diario 16 Felipe González fue noticia porque fue denunciado por los sindicatos de la tele porque se obligaba a programar películas de miedo en período electoral. Fue significativo porque algún sociólogo o psicólogo social entendía que si se crea atmósfera de miedo, la gente vota más. Es un pequeño botón de muestra de cómo el poder político juega con estos elementos psicológicos y sociológicos, porque se presuponen que sí son efectivos, y es una práctica que se está agudizando. Las técnicas son más sutiles y están probadas, sólo hay que recordar la foto de los misiles de Irán: había cuatro cuando sólo habían salido tres.
La "neolengua orwelliana": una contradicción vital
Muchos de los grandes mitos de la literatura y de la cultura del siglo XX se vieron afectados por una sangrante doblez entre los ideales que alentaban sus obras y su propia vida.
Este curioso fenómeno de desdoblamiento ha sido estudiado por Michel Winock en El siglo de los intelectuales, donde destaca que, para cimentar su reputación, muchos prestigiosos pensadores recurrieron desmesuradamente a entusiastas apologías de los derechos humanos o a la constante exaltación de la humanidad y los grandes ideales modernos. Por el contrario, sus vidas discurrían por las sendas más tortuosas y frecuentemente dañaron a los seres más próximos. Stephen Koch, en su documentadísimo libro El fin de la inocencia, nos muestra un siglo XX plagado de intelectuales que se vendieron a las ideologías dominantes —especialmente el comunismo estaliniano— cuyas vidas dejaron mucho que desear. Uno de ellos, Arthur Koestler, por ejemplo, luchador incansable contra el fascismo, no fue más que un borracho violador. Con los años hemos tenido que reconocer que el más genial de los filósofos del siglo XX, Heidegger, era un nazi convencido y poseía una mente retorcida. Sartre, defensor de las grandes causas de la izquierda francesa, rozó con su comportamiento sexual la promiscuidad salvaje y la pederastia, al igual que Charles Chaplin y tantos otros. Aldous Huxley, autor del inolvidable Un mundo feliz, navegó por las peligrosas aguas del LSD. Otro gran utopista, George Orwell, no se escapó a las bajezas humanas, que también pagaron sus más íntimos. Contradicciones y pesimismo
Posiblemente sea Orwell uno de estos personajes en los que mejor se constatan la doblez y la contradicción vital. Sus convulsiones personales destilaron de tal manera que impregnaron sus obras de ilusión y desencanto. Homenaje a Cataluña o Rebelión en la granja son cantos a los ideales de juventud, al igual que decepción por los hombres que los han de encarnar. Pero donde mejor se trasluce esta dinámica es en una de sus obras más emblemáticas: 1984. En el futuro totalitario descrito por Orwell destaca la descripción de la "neolengua" (newspeak). El régimen del Gran Hermano ha generado un lenguaje especial como forma eficaz de dominación sobre los espíritus. La "neolengua" se concibe como la capacidad comunicativa por la que en una misma mente pueden convivir ideas contradictorias sin sensación de incoherencia mental: "la libertad es esclavitud"; "la guerra es la paz". Seducidos por la cohabitación de ideas opuestas en el intelecto, los ciudadanos del sistema totalitario son incapaces de sentir la mínima inquietud por la verdad y por la coherencia. Un lenguaje no ordenado a la verdad genera realidades contradictorias. Con los años, la psicología social ha denominado a este fenómeno disonancia cognitiva y lo ha estudiado como una patología.
Pensamiento y actitud vital duplicados
En el régimen totalitario de 1984, el Ministerio de la Paz prepara la guerra; el Ministerio de Verdad genera las mentiras y el Ministerio de Amor es el causante de las torturas. Uno de los personajes de 1984, O´Brien, es un funcionario del Partido Interior. En este individuo queda patente cómo el doble pensamiento que genera la "neolengua" provoca una actitud vital duplicada. Por una parte, se siente fiel al régimen al que sirve y, por otra, puede sentirse un subversivo revolucionario. Extrañas visiones de un mundo que hoy en día no se aleja de la realidad. Thomas Pynchon, en el prólogo a una reciente reedición inglesa de 1984, denuncia esta proximidad: "parece que una de las condiciones del pensamiento político, en un Estado moderno, es tener permanentemente opiniones contradictorias sobre la mayoría de las cosas. Ni que decir tiene que es un factor utilísimo para quienes ocupan el poder y desean permanecer en él, preferiblemente para siempre".
La disonancia cognitiva
Servir al sistema y sentirse rebelde no es algo ajeno a la modernidad. El propio Orwell lo vivió en sus carnes. Esta disonancia cognitiva, ser víctima de la "neolengua", ¿no es lo que le arrastró en la última etapa de su vida? Era la esquizofrenia de un hombre cuyo verdadero nombre era Eric Arthur Blair; que, entusiasta de sus ideales de izquierdas, acabó traicionando a treinta y ocho simpatizantes comunistas un año antes de morir. Éste es uno de los últimos episodios de su vida desvelados recientemente. Orwell enamorado de una funcionaria del Foreign Office, para cuya promoción elaboró una lista-denuncia de simpatizantes comunistas para el gobierno británico. Esta traición a correligionarios, más o menos próximos, no fue fruto de una conversión anticomunista. Más bien, le ocurrió como a O´Brien, el funcionario de 1984, que era capaz de sentirse revolucionario y servir al sistema. Su desencanto por el Partido Laborista británico, identificado con la "izquierda oficialista", le llevó a definirse como miembro de la "izquierda disidente". Su experiencia en la guerra de España y las depuraciones estalinistas sobre el POUM le llevaron a odiar a Stalin, pero nunca a renunciar a las ideas que representaba. La "neolengua" de la modernidad se encarnaba en su persona generándole la más espantosa de las contradicciones. La resolución de la paradoja sólo podía realizarse combatiendo a los comunistas de carne y hueso, y preservando su izquierdismo en su mente.
http://www.youtube.com/user/oskarh100XX
Javier Barraycoa
Profesor Abat Oliba CEU
A pesar de usted
Que mañana será otro día...
Hoy es usted el que manda,
lo dijo, está dicho,
es sin discusión, ¿no?
Toda mi gente hoy anda
hablando bajito
mirando en el rincón, ¿vio?
Usted que inventó ese estado
e inventó el inventar
toda la oscuridad.
Usted que inventó el pecado
olvidose de inventar
el perdón.
A pesar de usted
mañana ha de ser
otro día.
Yo quisiera saber
dónde se va a esconder
de esa enorme alegría.
Cómo le va prohibir
a ese gallo insistir
en cantar.
Agua nueva brotando
y la gente amándose
sin parar.
Cuando llegue ese momento
todo el sufrimiento
cobraré seguro, juro.
Todo ese amor reprimido,
ese grito mordido,
este samba en lo oscuro.
Usted que inventó la tristeza
tenga hoy la fineza
de desinventar.
Usted va a pagar
y bien pagada
cada lágrima brotada
desde mi penar.
Daría tanto por ver
el jardín florecer
como usted no quería.
Cuánto se va a amargar
viendo al día rayar
sin pedirle licencia.
Cómo voy a reír
que el día ha de venir
antes de lo que usted piensa.
Tendrá entonces que ver
al día renacer
derramando poesía.
Cómo se va a explicar
ver al cielo clarear
de repente, impunemente.
Cómo va a silenciar
nuestro coro al cantarle
bien de frente.
http://javierdelaribiera.blogspot.com
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