Desde "Pachamama" y "Tonadas para usar", desde "La de los humildes" a mi última canción, escrita anteayer, siempre afirmé que la poesía mía estaba hecha para acompañar al hombre país. Porque ese es mi tema, porque ese es mi destino. El poeta no se absuelve por su canto sino por el destino de su canto. Asi que este nuevo disco viene a interenior, a continuar, a insistir en el vocerío candente de este tiempo nacional feroz y hermoso. Son poemas y canciones. Es decir que casi se trata de un solo poema largo a dos voces. Por aquello de que para nosotros -hablo de Hamlet, de Castillo, de Homero Expósito, de Margarido, de Ariel- la canción no es un subpoema, sino la continuidad sonora de la gran poesía. El modo colectivo de cantar. Porque en esta forma nueva interviene el músico, el intérprete, el sonidista, la gente pues. Un riesgo que ha abolido la soledad. Poesía de masas, es decir, poesía para todos. Hemos sustituido la solemnidad por el tumulto, nos gusta la gente y su respiración histórica, nos encanta ser tarareados, cuestionados, silbados, discutidos en cada esquina, en cada legua del camino. Para nosotros un poema es perdurable cuando se le siente el hombre adentro. Pero no el hombre abstracto, el hombre de aquí y ahora, o como dice Hamlet: el semejante.
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