martes, 18 de enero de 2011

Vigo Mortensen, Fabian Casas y un Sentimiento: San Lorenzo de Almagro y el SER

Viggo Mortensen, editor de poesía

Alejandra Rey
LA NACION 
Cuando uno escucha el nombre de Viggo Mortensen aparecen con facilidad dos imágenes que a los argentinos nos resultan familiares. Una es la del protagonista de la trilogía El señor de los anillos , la versión cinematográfica de la obra de J. R. R. Tolkien, dirigida por Peter Jackson. La otra, como hincha de San Lorenzo de Almagro.
Pero entre la actuación y el fútbol Mortensen esconde otra pasión: la literatura. Es director de la editorial norteamericana Perceval Press, que acaba de publicar una antología de la Nueva Poesía Argentina.
La antología nació en el Nuevo Gasómetro, donde Mortensen, de 50 años, comparte su pasión azulgrana con una voz destacada de la poesía argentina, Fabián Casas, que le acercó el trabajo de otros jóvenes poetas argentinos. El resto fue tarea del antólogo Gustavo López, director del Proyecto Cultural VOX.
"Cada poeta y cada poema es diferente -cuenta Mortensen a LA NACION, a través de una consulta por e-mail -. Esta antología incluye a 22 voces distintas y todas me interesan."
Y explica por qué nació Perceval Press: "Me gustan los libros y me interesaba ver si podía publicar autores y artistas que no habían tenido la oportunidad de ser publicados, o que no habían sido editados de la manera más representativa o justa con relación a su arte".
Ese interés y esa curiosidad se reflejan también en sus otras actividades, no sólo como director editorial (función en la que publica libros de arte, fotografía y algo de literatura), sino en su propia escritura y en sus fotografías. De hecho, la tapa de esta antología es de su autoría, y la foto se llama Boedo 2.
Lo de Boedo no es casual. Está totalmente identificado con San Lorenzo. Tanto que hasta asegura que Borges también fue hincha del Ciclón:
-Fútbol y poesía ¿dónde convergen?
-En el Bambino Veira, por ejemplo.
-¿Por qué de San Lorenzo?
-Porque nací.
-Borges era un admirador de la mitología escandinava. ¿Leyó su obra?
-Le voy a contar algo que a lo mejor no sabe de Borges. Cuando él trabajaba en la biblioteca Miguel Cané, no muy lejos de San Juan y Boedo, e iba a almorzar a un café de la zona, los hinchas de San Lorenzo le insistían continuamente que tenía que hacerse hincha del Ciclón, hasta que el escritor, al cual no le interesaba nada el fútbol, finalmente aceptó llamarse "un cuervo más". Y hasta se dice que su pijama favorito era azulgrana.
Y pronto cita a Borges al reflexionar sobre su rol de hincha: "[...] Pero pronto noté que San Lorenzo de Almagro casi nunca ganaba. Entonces yo hablé con ellos y me dijeron que no, que el hecho de ganar o perder era secundario -en lo que tenían razón-, pero que San Lorenzo era el cuadro más científico de todos. Eso me dijeron, sí?, se ve que no sabían ganar, pero lo hacían metódicamente.".
-Ya que pasamos por Borges, ¿encuentra alguna relación entre la poesía argentina y la escandinava, especialmente la danesa?
-Yo siempre voy en busca de similitudes, y no me cuesta encontrarlas en ningún sitio.
-¿Desde cuándo escribe usted poesía? ¿Su vida en el internado en el país influyó en su creación?
-Empecé a escribir cuentos a los 6 o 7 años, creo. A los 15 o 16 empecé a escribir poesía. Viví en la Argentina hasta los 11, así que supongo que me habrá influido el vivir en este país, ya que todo lo que lo rodea a uno puede influir.
-¿Se considera un buscador de talentos jóvenes?
-Más que buscar, me parece que me encuentro con ideas y artistas que me llegan por la suerte. Lo de la edad es lo de menos. Hemos publicado a hombres y mujeres de distintas edades. Dentro de poco vamos a publicar una colección de Talo Kejner, un poeta argentino hasta ahora poco conocido que tuvo que exiliarse durante la última dictadura. No es tan joven como los poetas en la antología, pero tiene una forma de escribir muy especial, tan única como la de ellos.
-¿Qué nos puede decir del libro que viene a presentar?
-Que vale la pena leerlo, vale la pena conocer el trabajo de estos poetas de la llamada "generación de los 90". También puedo decirle que tiene buena pinta, lindo diseño.
La selección
  • Nueva Poesía Argentina. La antología selecciona el trabajo de 22 poetas nacidos en los años 60 y 70. La edición es de tapa dura y tiene 112 páginas.
  • Generación de los 90. Así define la crítica literaria a este movimiento, caracterizado por la variedad de temas y estéticas, herederos de Leónidas Lamborghini, Juana Bignozzi, Joaquín Giannuzzi o Ricardo Zelarayán, entre muchos otros.
  • Nombres. Fabián Casas, Washington Cucurto, Juan Desiderio, Francisco Garamona, Daniel G. Helder, Marina Mariash, María Medrano, Martín Prieto, Damién Ríos, Ana Wajszczuk y Laura Wittner son algunos de los autores.
  • Dos pasiones. Mortensen y Casas son caracterizados hinchas de San Lorenzo de Almagro. En las tribunas de su estadio comenzaron el intercambio de textos y la propuesta de publicar una antología que, cuenta Gustavo López, inicialmente tenía 500 páginas.
http://www.lanacion.com.ar


Fabián Casas
“Que lo que las palabras digan sea la vida”
Por Agustín J Valle - Publicado en Debate, enero 2008


La publicación de Ensayos Bonsái (Emecé), la reedición de Los Lemmings y otros (Santiago Arcos) y el premio Anna Seghers –dotado con veinticinco mil euros- que recibió en Alemania, son los puntos visibles del ascenso del reconocimiento del escritor, quien –con además cinco poemarios y una novela corta publicados- hace ya quince años funciona como referencia en los ámbitos poéticos locales.
Definir su poética y narrativa como literatura barrial, biográfica y cargada de marcas histórico-culturales, es confundir lo esencial con lo transitorio, como él cita a Eugenio Montale. Hace literatura, sí, con San Lorenzo de Almagro, con el dolor por la muerte de su madre y sus historias de niño sensible y joven rockero por las calles de su barrio, pero aclara: “no tengo una inmobiliaria en Boedo ni soy propulsor del grupo de Boedo, sólo conozco sus calles y voy a comer con mi familia” - porque en su obra no importan tanto los materiales utilizados como el efecto que su disposición logra en la emocionalidad del interlocutor: “hacer sentir algo que vuelve a uno con la fuerza de una verdad”. Es uno de los escritores argentinos que más claramente está construyendo una obra personalísima, aunque se reivindica “panlingüístico”, piensa que “la literatura es algo colectivo, todos estamos compuestos por un montón de gente”, y que la obsesión de los escritores por la inmortalidad “es una discusión estéril: lo único evidente es que no va a quedar nadie”.
Ensayos Bonsái tiene una definición sobre los clásicos, ¿de algún modo discute con la de Borges?
Sí, él decía que clásico era lo que determinado grupo lee como verdad o revelación, y yo digo que clásica es la obra que establece ella misma los parámetros en los que va a ser leída. Pero los Bonsái tienen varias definiciones sobre los clásicos, que tal vez se contradicen entre sí. Algunos ensayos fueron escritos de un tirón en cuatro horas, mientras que un poema puedo corregirlo durante un año, y un relato como Asterix, que está en Los Lemmings, lo escribí a lo largo de diez años; nunca la musiquita del relato terminaba de satisfacerme, sentía que yo todavía estaba demasiado cerca del segmento experiencial del relato, los personajes todavía eran los que habían vivido conmigo, no se habían drenado y convertido en significantes. Una vez que la emoción impulsó el cuento o el poema, después lo trabajo como una máquina. Pero no tengo imaginación, en el sentido de que no creo algo desde la nada: recupero un mundo a partir de una memoria.
Ensayos Bonsái compila escritos previos, ya publicados en revistas y blogs. ¿Emecé lo fue a buscar?Sí, querían publicarme “algo”. Puse una cláusula por la que no voy ni a la Feria del Libro ni a la televisión ni a la radio, salvo que me interese el periodista, no hago el Verano de Planeta ni nada que forme parte de la retórica de la literatura.
¿Por qué?
Me gustan los escritores que no te salen a buscar. Una vez, de vacaciones, desarmando la carpa de un amigo se cayó de adentro Molloy, de Beckett. Lo abrí al azar: “Estoy en el cuarto de mi madre, ahora soy yo el que vive acá”, uy, ¿qué es esto? Y después una parte en que Molloy -un vagabundo- va chupando piedras. Beckett te describe su sistema de guardarlas en un bolsillo, chuparlas, pasarlas a otro, como si fuera una máquina, durante páginas; es un fragmento central en su obra porque modifica la percepción de la literatura. Deleuze hace todo un trabajo sobre esa parte, en el Anti Edipo. Después leí toda la obra de Beckett, y lo que me encantó fue conocerlo así, de casualidad, sin información.
Hace poco César Aira reivindicaba la alta cultura con el mismo argumento: hay que ir a buscarla, no ataca en el supermercado o la radio.
El problema es la definición de alta cultura. Mucha gente piensa que es la que corresponde a las clases sofisticadas, pero las clases sofisticadas se comen muchos caños. Mucha gente de la alta cultura va a ver a Kuitca al Malba porque más que el trabajo de Kuitca le importa su poder simbólico, al que quieren quedar asociados, es un nivel de cliché superior. Para mí los museos son lugares en la ciudad, un valdío donde pasa algo raro, y la contracultura es invisible, cuando se vuelve visible desaparece.
En Ensayos utiliza ideas de varios filósofos, ¿cómo afectan sus estudios filosóficos a su relación con la literatura?
La turbina que me hace volar es el pensamiento filosófico. Por ejemplo, la gente pelea con uñas y dientes para ser esclava: eso es un pensamiento spinociano que me lleva a pensar que concebirse dentro de la literatura, pensarse como escritor, impide escribir. Nosotros somos como narraciones, todos, y si uno está atento puede escucharlas. Como dice Heidegger, hay que estar en estado de disponibilidad para sentir el peso del ser. Pero un montón de gente que conocí en mi barrio fue tan importante para mí en términos filosóficos como Heidegger. Los intelectuales siempre están muy atentos a ver si detectan lo que llaman populismo, y para mí el populismo es algo muy claro: ser de Independiente y decir que sos de Boca, como Maradona. Populismo es jugar para la tribuna.
¿Y las influencias literarias? ¿Por qué escritores argentinos se siente más marcado?
Ricardo Zelarayán es para mí el único argentino vivo con genio. Y es una obra que nunca será premiada, sancionada por la crítica, porque en sí misma rechaza todo eso. Para mí y gran parte de mi generación es una obra clave, junto con la de (Leónidas) Lamborghini, (Joaquín) Gianuzzi en mi caso, alguna novela de Saer, las primeras novelas de Aira.
¿Y Fogwill (a quien le dedica el cuento Casa con diez pinos y aparece en Asterix), lo marcó también como poeta?
Fogwill me parece un escritor muy muy bueno, con un gran talento narrativo, y encuentro poesía en sus relatos. Lo que me marca de Fogwill es una pulsión vital que tiene. Es una persona muy emotiva; todo el mundo habla de su gran inteligencia, y la inteligencia para mí no es un valor. El único valor que yo reconozco es el de la bondad; tampoco el valor erótico del dinero. Quique es un gran bocón con un ego demoledor que de fondo trabaja una cosa más atávica y emotiva, lee la literatura desde un lugar muy pasional y siempre está tratando de hacer surgir a los escritores jóvenes que lo estimulan. Su serie de cuentos me parece impresionante, así como Los Pichiciegos, que para mí tiene mucho más valor que ser “la novela de Malvinas”. A Los Pichiciegos siempre se le adjudican virtudes que yo adjudicaría a la publicidad, como adelantarse a determinadas cosas; la literatura no se tiene que adelantar a las cosas, no es su función, la literatura es atravesarte, hacer que el lenguaje brille y expandir tu sensibilidad. Que el lenguaje brille no significa escribir bien, porque por ahí yo no escribo bien dentro de los parámetros de lo que se supone que es escribir bien, hablo de cuando el lector interpelado por el texto encuentra ahí un sentido de su personalidad más allá de lo que le imponen las demandas sociales. Hoy la gente tiene mucho miedo y eso lleva al fascismo; además, hay una presión muy fuerte, de que hay que tener la mejor mina, le presión de los quiscos sobre el erotismo, ser un ganador en todo, y vivimos entonces en una gran insatisfacción. Nuestra cultura va hacia un colapso demoledor.
Frente a eso, ¿podría leerse su literatura como un intento por rescatar la fragilidad de la vida?
Sí, agarrar las palabras, limpiarlas y volver a ponerlas en el concierto de significados. Que vuelvan a tener fuerza vital después de tanto tiempo estereotipadas; que lo que digan sea la vida.
http://soloentrevistas.blogspot.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.