domingo, 7 de agosto de 2011

Medicina, sexo y poder. (Dr. Francisco Maglio)


Siguiendo la costumbre oriental milenaria, y quizás por eso sabia, comentaré el título leyéndolo de derecha a izquierda. Reflexionaré primero sobre el poder, después lo haremos sobre el sexo, para finalizar en la medicina.
El poder
El gran filósofo del poder fue Nietszche más que Marx, así lo entiende Foucault cuando afirma que no hay un poder único y macro que domine al resto, sino más bien "redes de poder" que traman todo el tejido social, reproduciéndose en focos múltiples que a su vez originan más poder. Gramsci introduce el concepto de "hegemonías" como categoría, que da cuenta de relaciones interactivas que se articulan entre sectores dominantes y subalternos en una negociación para apoderarse de cuotas desiguales de poder.  Esta articulación es a la vez conflictiva y dialéctica y alternándose en instancias de acuerdo y de presión, se va configurando a través de mecanismos  ideológicos, políticos y económicos. El poder no es un medio, es un fin en sí mismo; los poderosos gozan con él, no lo buscan para "conseguir" algo, sino como un fin último, como un objetivo al que hay que alcanzar a pesar de todo y caiga quién caiga; la estrategia es obtener cada vez más poder y la táctica es utilizar cualquier medio para lograrlo. Maquiavelo aconsejaba al Príncipe: "Governare é piú bello que fornicare". 
Aquí ya encontramos una relación del poder con la sexualidad, relación que va a desarrollar prolijamente Foucault al describir las tecnologías políticas del poder. Éstas comprenden las "anatómicas, como sistema de control individual y las "biológicas"como mecanismos de control social, usando el poder de la sexualidad como "bisagra" disciplinaria entre ambas. Volveré sobre esto más adelante.
El sexo
Conviene distinguir cuatro contenidos: el sexo fisiológico, el género, la orientación sexual y el erotismo. Con respecto al primero es de destacar que existen cuatro criterios para su diagnóstico: gonadal, genético, hormonal y morfológico. Ahora bien, en el momento de nacer no se hallan completa y armónicamente desarrollados, ya que ello ocurre entre los cuatro y cinco años de edad con la maduración neurológica del sistema límbico (entre otros). Esto se produce en el 99,99 % de los casos, pero en el 0,01 % restante la naturaleza se "equivoca" entra en la zona turbulenta del "caos" (recordemos con Lorenz y Prigogine, que el cerebro funciona como sistema "complejo") y da lugar en consecuencia la transexualismo, el "cuerpo equivocado", una mujer en el de un hombre, menos frecuentemente, el de un hombre en el de una mujer. Esta situación está agravada por el hecho de haber sido educados y socializados durante años en el sexo contrario, ya que al nacer, una interpretación más que una descripción de la realidad, les dio una "impronta" social y jurídica para toda la vida.
Estas personas son estigmatizadas y descalificadas moralmente como 
"degenerados y perversos" por estamentos del poder, al cual lo único que le importa es el control y el disciplinamiento.
En cuanto al género, remite a una categoría de construcción social de 
"femenino" y "masculino" y como toda construcción de esta naturaleza está producida y reproducida desde relaciones desiguales de poder y otorgando sentidos de orden moral con efectos de normatividad social, disciplinamiento y estigmatización, de tal manera que "lo femenino" se construye desde el poder masculino, articulando con sectores subalternos del campo femenino, algo así como aquello de "los nenes con los nenes y las nenas con las nenas". Cuando un conocido hombre público de la política argentina mandó "a lavar los platos" a una socióloga, investigadora del CONICET, porque los resultados de sus investigaciones no concordaban con la ideología dominante, no estaba haciendo otra cosa que poner de manifiesto esta "construcción social del género". Como bien esclarecía Simone de Beauvoir, "la mujer se hace, no nace".
El famoso cupo del 30% en las listas políticas de candidatos pone de 
manifiesto la ya referida categoría de la hegemonía como articulación 
interactiva entre dominadores y sectores subalternos para la apropiación de porciones desiguales de poder: El mínimo del 30% se convierte, operativamente, en el máximo del 30%, legitimando el 70% masculino. Resulta así significativo que en la reforma educativa se haya eliminado de la currícula el término "género" y reemplazado por "sexo". Los estudios antropológicos nos demuestran que el género no es "fisiológico" ni "unívoco", no es lo mismo en una cultura que en otra, no es lo mismo ser mujer en Buenos Aires que en Tokio, más aún, también difieren por ejemplo en la misma Buenos Aires entre el ámbito universitario y el de una villa miseria.
Cuando una sociedad califica a cada sexo con particularidades psicosociales fijas y determinantes, tiene serios problemas de clasificación cuando alguien se aparta de ese estereotipo y entonces se "construye" al diferente, al otro, al "desviado" y de allí a la estigmatización y exclusión social hay un solo paso, fácilmente franqueable. Algo similar ocurre con el otro contenido del sexo, la orientación sexual, esto es, el objeto del deseo, también definido moralmente. Una doble moral, reaccionaria y autoritaria, descalifica y discrimina a aquellos cuya orientación sexual no es la que marca "la moral y las buenas costumbres" tratándolos como enfermos, perversos o desviados. Es una doble moral, porque por un lado pontifican y por otro son asiduos "clientes" de travestis, como lo demuestran investigaciones antropológicas tanto en nuestro país como en otros.
La homofobia (rechazo social a la homosexualidad) no es más que una forma de racismo, ya que no es el judío el perseguido, sino los homosexuales y las lesbianas.
No se trata de hacer una apología de determinadas orientaciones, ya sean hetero u homosexuales, sino de una convivencia armónica entre los que se consideran diferentes. No se trata de hacer desaparecer las diferencias, sino más bien en tratarlas como convivencias culturales y no construirlas como desigualdades sociales. Al respecto cabe citar la definición de la Organización Mundial de la Salud en el informe técnico Nro. 572, cuando dice: "Salud sexual es la integración de los elementos somáticos, emocionales, intelectuales y sociales del ser sexual por medios que sean positivamente enriquecedores y que potencien la personalidad, la comunicación y el amor".
Como vemos, en ningún momento se menciona la orientación sexual; esto es así porque en la medida en que la elección de dicha orientación sea libre y responsable, será sana, independientemente del objeto del deseo. Aquellos que discriminan "demonizando" a los homosexuales, convendría recordarles que según su criterio, se le impediría enseñar pintura a Leonardo Da Vinci, literatura a Marcel Proust o estrategia militar a Alejandro Magno. Con respecto al último contenido del sexo, el erotismo, conviene diferenciarlo de la erotomanía.
El primero es producto de la seducción, del encuentro, el "sentido" es el otro. Determina una sexualidad responsable, enriquecedora, placentera y liberada de prejuicios. Por el contrario, la erotomanía resulta del exhibicionismo, de individualidades; el sentido no está en el otro, sino en el placer mismo y ya advertía Freud en "Más allá del principio del placer" que cuando éste está permanentemente investido por el acto y no por el otro, el placer se vuelve maníaco, es el placer que vacía de placer y entonces aparece la angustia.
Azucena Maizani en su tango "Pero yo sé" lo retrata en un fresco sin igual cuando trova: "Pero yo sé que de madrugada/ cuando la farra dejás/ sentís el pecho oprimido/ por un recuerdo querido/ y te ponés a llorar".
Cuando el erotismo es compulsivo, actuado y desafectivizado aparece la 
erotomanía y si la mercantilizamos se convierte en pornografía. Es un error prohibirla porque es como un estímulo para su consumo, ya que, como decía San Agustín en "Confesiones": "la prohibición aumenta el deseo de lo ilícito", quizás inspirado en las palabras de San Pablo a los corintios "La fuerza del pecado está en la ley que lo prohibe".
La Medicina
Acertadamente manifestaba Maimónides en el siglo XII d. C.: "la medicina debe señalar lo beneficioso y alertar sobre lo dañino pero no debe obligar a lo primero ni condenar lo segundo". Esclarecedora sentencia que se anticipa 800 años al médico como "empresario moral". La moral en medicina debe servirnos y guiarnos para ser justos con los pacientes, pero no para convertirnos en jueces de ellos.
Finalmente, una consideración sobre en qué forma la medicina, más bien 
dicho, un modelo médico hegemónico que no representa a la medicina 
científica ni a todos los médicos, articula con gran eficiencia el poder con la sexualidad, para que ésta sea funcional" para los sectores reaccionarios e ideológicamente dominantes y opresores.
Sirva a tal fin la transcripción de una carta que envié oportunamente al Comité de Redacción de la revista "Actualizaciones en SIDA", la cual fue publicada en el número de marzo de 1997. "Sabido es que las enfermedades de transmisión sexual ( ETS) se denominaban anteriormente enfermedades venéreas y como reivindicación a justos reclamos de movimientos feministas (porque no llamarlas enfermedades apolíneas, argumentaban con razón) pasaron a la denominación actual".
Creo que ha llegado el momento de otro cambio, ahora en reivindicación de la sexualidad, esa extrema plenitud como "reflejo del gozo infinito de Dios" en palabras de Santo Tomás de Aquino (Summa Teológica, I, 98, 2). Acertadamente expresaba Wilheim Reich en su polémica obra «Listen Little Man» (Londres, Souvenir, 1972): "La sexualidad orientada al abrazo amoroso es fuente de felicidad y un camino a la libertad; más aún, es un reaseguro contra el poder, porque una persona feliz y libre está liberada de las ansias de poder".
La medicalización de la sexualidad, por el contrario, reduciéndola a números de contactos y a riesgos de embarazos y de transmisión de enfermedades, la descontextualiza de la historia, de la cultura, del complejo deseo-placer y, lo que es peor, la descontextualiza de ese "abrazo amoroso" que invocaba Reich.
Una epidemiología intervencionista, modelada hegemónicamente por un discurso pedagógico - disciplinar, la convierte en instrumento de control y de normalidad social con las consecuentes discriminaciones y estigmatizaciones que todos conocemos desde este modelo, "enfermedades de transmisión sexual" son construidas como "enfermedades de transgresión moral". Por otra parte, si nos atenemos a la realidad científica, la verdadera vía de transmisión son los "contactos genitales no protegidos adecuadamente" y no "la sexualidad". Invocar a ésta como transmisión es tan descabellado como llamar a las enfermedades por vía aérea, "enfermedades transmitidas por la palabra". Por todo ello, propongo cambiar el nombre de las ETS por "enfermedades de transmisión genital", porque la sexualidad solamente transmite placer, solamente transmite amor." 

1 comentario:

  1. Para sacarse el sombrero. Imperdibles las reflexiones del doctor Maglio.No nos olvidemos de la violación de los cuerpos, realizada en forma sistemática durante la dictadura militar.
    Un abrazo.

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